¿Cuál es el significado de la vida y de la muerte para un maoísta?

Ayer, 3 de diciembre de 2017, fue el 83 cumpleaños del más grande marxista-leninista-maoísta en vida, la cuarta espada del marxismo, quien, junto al Partido Comunista del Perú y las masas peruanas, introdujo el maoísmo revolucionario contemporáneo en el mundo, Manuel Rubén Abimael Guzmán Reynoso, también conocido como Presidente Gonzalo.

Un hombre encarcelado por el estado peruano, mantenido tras los barrotes desde su captura en 1992 para el resto de su vida. Abimael Guzmán está recluido en una celda subterránea en la base naval de máxima seguridad de Callao, rodeada día y noche de guardias militares y minas antipersonales.

Un hombre que a pesar de ello, no le teme a la muerte. Al contrario, un hombre cuya vida e ideología son todavía temidas por el Estado peruano y por revisionistas y burgueses internacionales. Sus seguidores y discípulos peruanos e internacionales continúan apelando en defensa de su vida: desde la India, Finlandia, Alemania, Países Bajos, Turquía, Colombia, México, Italia, España, EEUU, Canadá y más países por todo el mundo.

Usamos la fecha de nacimiento del Presidente Gonzalo para reafirmar nuestro compromiso con la revolución proletaria, para reafirmar el arma más poderosa del proletariado y los oprimidos, el maoísmo, también debemos honrar y reflexionar sobre hoy, 4 de diciembre, aniversario del martirio de dos comunistas revolucionarios negros; Fred Hampton, presidente de la sección de Illinois del Partido de los Panteras Negras para la Autodefensa y el camarada y miembro del partido Mark Clark. El presidente Fred Hampton y el camarada Mark Clark fueron martirizados por la policía de Chicago con la ayuda de agentes federales y de chivatos traidores en 1969.

Y al otro lado del océano, en Francia, ha caído el camarada Pierre, principal líder revolucionario del Partido Comunista Maoísta de Francia (Parti Communiste Maoïste – PCM) quien tomó la bandera escarlata del maoísmo sólo para transmitírsela a las generaciones futuras: el deber de todo maoísta.

O como expuso un camarada:

«Hoy, se ha ido un gran camarada. Fue un hombre que inspiró a generaciones de comunistas, que entregó su vida entera al servicio de la idea más grande de la humanidad; servir a un futuro de justicia y libertad. Representó la transmisión del conocimiento y pasó la antorcha al PCM con una energía inagotable, representando la viva memoria de la lucha. Más que un camarada, muchos lo consideramos un hermano, un padre o un abuelo, sonriente y repleto de sentido común. Luchó contra todas las desviaciones, contra todas las renuncias, en ocasiones, casi él solo contra todos. Camarada, no te olvidaremos. Para nosotros eres un ejemplo y en nuestra lucha vivirás para siempre. Tu memoria está con nosotros y donde quiera que esté esta bandera que tanto amas, la bandera roja estrellada por la hoz y el martillo.
¡Viva el marxismo-leninismo-maoísmo!
Camarada Pierre, ¡Presente!
¡Salud y honor!»

Así como una vida se vá, otra nace. Cuando una vida revolucionaria se extingue, otra vida revolucionaria se inicia. Un maoísta debe ver la vida y la muerte de esta manera: no hay muerte para el revolucionario, solo una transformación de militante en memoria.

Ser revolucionario, ser maoísta, debe significar no tener miedo y rendirse a la asunción histórica y filosófica de dar la vida por la revolución.

«¿Miedo? Creo que el miedo y la falta de miedo forman una contradicción. La clave es tomar nuestra ideología y liberar el valor que llevamos dentro. Es nuestra ideología la que nos hace valientes, la que nos da valor. En mi opinión, nadie nace valiente. Es la sociedad, la lucha de clases, lo que hace que el pueblo y los comunistas sean valientes; la lucha de clases, el proletariado, el Partido y nuestra ideología. ¿Cuál podría ser el mayor temor? ¿La muerte? Como materialista, sé que la vida terminará algún día. Lo más importante para mí es ser optimista, con la convicción de que otros continuarán el trabajo en el que estoy inmerso y lo llevarán adelante hasta que alcancen nuestro objetivo final, el comunismo…»

Abimael Guzman.

«¿Por qué no vives para el pueblo? ¿Por qué no luchas por el pueblo? ¿Por qué no mueres por el pueblo?»

Fred Hampton.

Fuente: Red Guards – Los Angeles