A Nova Democracia, Editorial nº209: Espectáculo y fracaso de la intervención militar

Las investigaciones sobre el asesinato de la concejala Marielle Franco se llevan a cabo hasta ahora bajo un manto de silencio y complicidad. Como ya le estaba sentando mal a las bandas de la policía y principalmente, a la intervención militar, el Ministro de Seguridad Pública, después de 40 días, salió al público para, no obstante, decir obviedades como que todo indicaba la implicación de las milicias en el crimen. Algo que no fue confirmado por el Secretario de Seguridad, el cual afirmó que sólo hablaria sobre el asunto cuando la investigación fuese concluida.

Durante ese tiempo, la Policía Civil, bajo el mando de la intervención militar, elaboró una megaoperación que sólo resultó en sobrados abusos contra el pueblo y más desmoralización de las fuerzas represivas del viejo Estado. Un espectáculo bizarro con el encarcelamiento de 159 personas que se divertían en una fiesta en un lugar de Santa Cruz, zona oeste de la ciudad, previo pago de entrada, bajo acusación de que todos tendrían vínculos con las milicias y por tanto, todo estaría justificado, lo que implicaría enviarlos a todos al Complejo Penitenciario de Gericinó, en Bangu.

El monopolio de los medios de comunicación pronto trató de espectacularizar el hecho que recorrería el mundo como un golpe profundo a las milicias de Río de Janeiro. E incluso después de que el Ministerio Público y la Defensoría Pública demostrasen que 139 presos no tenían ninguna deuda con la justicia, el Ministro de Seguridad Pública afirmó que «todos tenían que declarar el por que se encontraban en una fiesta de milicianos». La respuesta fue dada, días después, por un habitante al ser entrevistado por Globo: «A ver, las vans [transporte público irregular] son de la milicia, el gas es de la milicia, la panadería es de la milicia, ¿Que pretende que haga? ¿Mudarme del barrio?».

El tiro, una vez más, salió por la culata. Lo que más sobresalió del acontecimiento fue la organización, el empeño y la garra de los familiares y digamos la verdad, de las madres, esposas y hermanas de los encarcelados. Fueron diecisiete días de permanente movilización con manifestaciones diarias hasta doblegar al Poder Judicial y arrancar a los suyos de las redes del podrido sistema carcelario. Por cierto, una de las instituciones -mazmorras superpobladas- que la intervención militar pretende preservar.

El fracaso de la intervención militar con el objetivo por el que fue anunciada y justificada por los monopolios de prensa -aplaudida por prácticamente todas las siglas del Partido Único- se ha revelado ya de modo flagrante. Tras los sucesivos shows de fanfarronadas contra «organizaciones criminales» pronunciadas por el general interventor, el ministro de Seguridad y otros portavoces de las Fuerzas Armadas, sus acciones sólo dejaron estampada su propia incapacidad de desbaratar a los grupos de asesinos y extorsionistas de dentro y fuera de la policía y la demostración, por parte de éstos, de no aceptar la retirada de sus pedazos de poder. Y a ello se suma el hecho de que tras dos meses de la intervención todos los índices de criminalidad aumentaron.

Queda más patente todavía que la intervención militar, como parte de la guerra civil contra el pueblo pobre, no tiene como esconder su carácter reaccionario antipopular y confirma que la crisis que rodea la insolvencia de la máquina estatal en Río de Janeiro, no es sólo de ella, sino de todo el viejo Estado brasileño.

El pueblo organizado es capaz de todo. Episodios como éste -la movilización de las mujeres del pueblo- demuestran que las masas ya no aceptan más el trato vil que las clases dominantes y los sabuesos de este Estado de grandes burgueses y latifundistas serviles del imperialismo les tiene reservado: prisiones masivas, asesinatos, invasiones de barrios y favelas y asesinatos políticos como el de Marielle.

Las advertencias que ya hicimos de que está en marcha un golpe militar contrarrevolucionario preventivo se deben precisamente a este motivo: las clases dominantes tiemblan ante la posibilidad inminente de un levantamiento popular en búsqueda de un Nuevo Orden, aunque para la mayoría de las masas esto sea ​​cualquier cosa opuesta a lo que significan las instituciones de esta vieja y podrida democracia. Su vanguardia y sus organizaciones -en las que su politización y conciencia aumenta con rapidez- les mostrarán, paciente y metódicamente, en cada lucha reivindicativa, en cada protesta y en las luchas políticas por el Poder, que este Nuevo Orden es la Revolución de Nueva Democracia. Tarea ésta, históricamente atrasada y pendiente de llevarse a cabo.

Fuente: A Nova Democracia